Declaración del Flamenco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO

La Unesco declara el Flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en Nairobi 16.11.10

miércoles, 23 de julio de 2025

El Cante de las Minas rinde homenaje a uno de los últimos mineros vivos de Portmán que trabajó en las profundidades

 El Cante de las Minas rinde homenaje a uno de los últimos mineros vivos de Portmán que trabajó en las profundidades

El próximo día 30 de julio, Luis Gudiño recibirá el reconocimiento en la ‘Catedral del Cante’. Encarna Hernández Conesa será reconocida como viuda del minero en la misma gala por el ‘Día de La Unión’


La Unión, 23 de julio de 2025

Luis Gudiño es uno de los pocos mineros de Portmán que han trabajado bajo tierra, en las profundidades, que queda vivo. A sus 82 años, aún tiene la memoria clara para recordar toda una trayectoria profesional “picando piedra” en las minas La Robustiana y San Rafael. Este año, el Festival Internacional del Cante de las Minas le honra con el homenaje al minero, una distinción que conecta con las raíces de esta convocatoria cultural y pone en valor la ardua labor de quienes trabajaron la tierra décadas atrás. Lo recibe tranquilo, con la alegría de que se acuerden de él.

Luis nació en Badajoz, pero su cuñado Juan le dijo que fuera a Portmán, que había trabajo, y como estaba en paro no dudó en venirse. Tenía 17 años y comenzó de peón para pasar más tarde a los martillos, cada vez más y más grandes, lo que le hizo ser maestro perforista. El amor se cruzó por medio y su vínculo con el pueblo se hizo cada vez más sólido: “Ella iba hacia abajo y yo hacia arriba de la calle Mayor y fue como si dos coches se chocaran. Me llevó pa’ lante”, cuenta entre risas sobre este inicio de relación que le ha dado ocho hijos.

A día de hoy, es de los pocos mineros que afirma con rotundidad que le gustaba su trabajo. “Se hacían las horas más cortas, aunque trabajaba 12 al día”, cuenta, y también recuerda cómo le reñían porque era muy joven, para que hiciera otra cosa, pero él quería trabajar allí y nunca se planteó otro trabajo. No obstante, confiesa que “era muy penoso tener que echar 35 cunas de 1.000 kg para ganar 1.500 pesetas a la semana”, contando que los cantos que se colaban en los raíles no siempre permitían sacar las cunas. También vivió el cambio de la mina subterránea a cielo abierto, pasando de ser perforista a “minero de la calle”. “Ahí perdías ‘cuartos’, porque ganabas menos, pero estabas mejor”, afirma.

Abajo o arriba, Luis siempre llevaba consigo un cartón de leche, para evitar que “ese polvillo se hiciera masa en la garganta” y apareciera la temida silicosis. Se retiró a los 52 años. Hace unas semanas se hizo un chequeo médico y, como si de un milagro se tratara, está totalmente limpio de la enfermedad.

Rescates en la mina

En todos estos años, Luis Gudiño ha presenciado varios accidentes. Recuerda uno cuando salía de La Robustiana y su encargado le dijo que avisara a todos los mineros para que salieran a la calle, que se había producido un accidente. Se había hundido una pala y trajeron un tractor “sin cuchara”; embragaron la pala, tiraron y se partieron los cables, lo que hizo que la pala se hundiera más abajo, llevándose consigo a algunos de los trabajadores, “que se les vino la tierra encima y no pudieron salir”. “Debajo del tractor había uno vivo, pero no podíamos sacarlo bien porque tenía el brazo enganchado; otro tenía un legón clavado y tuvimos que parar la máquina para empezar a sacarlos”, cuenta con una angustia que se mantiene con el paso de los años. Consiguieron sacar a cinco hombres vivos entre los compañeros. “Cuando llegaron los de Peñarroya ya los habíamos sacado, pero los honores se los llevaron ellos”, indica.

Los fangos de la playa

Cayetano, Paco Yuste o Juan son algunos de los nombres que le vienen a Luis a la cabeza si recuerda cantaores que conoció en las minas, que se divertían en la puerta “del Mosquito”, aunque también venían todos al Festival en La Unión.

Pero más allá de esos recuerdos bonitos, entre copas y cantes, los vertidos del Lavadero Roberto también están presentes en su memoria. “Cuando vi los fangos, que se metían con los lebeches en Portmán, me di cuenta que eso iba a ser malo”, rememora de verlos en El Lastre, incluso recuerda que la arena, arrastrada por el viento, llegaba hasta Calblanque. Ahora, Luis observa desde su pueblo el paso del tiempo de una montaña que trabajó y una playa azotada por los residuos del que un día fue su trabajo.

“Nunca hubiera querido que mi marido trabajara en las minas”

La afición que tiene Encarna Hernández Conesa por el flamenco, y en concreto por el Cante de las Minas, se la contagió su marido Gonzalo Jorquera Saura, que tenía “pasión por el Festival”. Al lado de su casa estaba la peña flamenca y él se iba a ordenar sillas, a colocar las mesas y ayudar con el bar. “Le gustaba con locura y había veces que se tiraban hasta el día siguiente casi, toda la madrugada, y yo le decía que se tenía que ir a trabajar, y me respondía que no me preocupara por eso”, cuenta. Ella le acompañaba a alguna gala y le encantaba oír las mineras y las cartageneras.

Desde que murió su marido, hace 12 años, no ha vuelto al Festival, pero este año volverá a la ‘Catedral del Cante’ para recibir un homenaje como viuda de minero.

Su marido recibió en su día el homenaje al minero. Recuerda que lo pasaron muy bien y que fue muchísima gente: “Mi marido fue muy querido y respetado aquí en La Unión, porque todavía hay personas que viven y dicen que querían muchísimo”, afirmo. Él estuvo trabajando en la mina del Cabezo, pero un accidente con un barreno le rompió las costillas. “Yo me enfadé mucho y le dije que no fuera más a trabajar allí”, confiesa, incluso le dijo al encargado de la mina que su marido no iba a ir más a trabajar. Para no deberle nada a nadie, ya que vivían en unos pisos de la empresa, se buscaron un alquiler en la calle Alfonso X el Sabio y su marido encontró otro trabajo, en el que estuvo durante 17 años, en las explotaciones El Arresto, otra mina de la zona de El Garbanzal y en Peñarroya, pero “se pasaban muchas necesidades y calamidades porque teníamos muy poco dinero”.

Cuando la actividad empezó a flaquear lo despidieron y más tarde le dieron su indemnización. Hasta su retiro, continuó trabajando en un bar, aunque en todos esos años también trabajó en refinería. Y al retirarse vino la enfermedad, y luego otra; la última fue la que se lo llevó.

Ahora Encarna, más allá de las dificultades que vivió su marido en las minas, sigue recordando cuando iban cada viernes a bailar al Hogar del Pensionista; o su amistad con Pencho Cros, que era su vecino. El próximo 30 de julio lo recordará subiéndose al templo flamenco del Antiguo

Fuente y fotos Cante de ls Minas de La Unión.

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